martes, 24 de agosto de 2010

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Esta pregunta no para de dar vueltas en mi cabeza. ¿Cuándo empezó esto? ¿Por qué? Creo que guardo el recuerdo exacto del día que empezó.



Fue hace unos dos años, yo tenía catorce. Era una tarde de agosto, de estas en las que te mueres de calor y se había estropeado la nevera en mi casa. Mi madre sacó todo el chocolate que teníamos en casa y dijo que tendríamos que comérnoslo en la merienda, porque sino se estropearía. Mido 1'72 más o menos y peso unos 70 kilos. Se supone que es un peso normal, y yo siempre lo había considerado así. Hasta esa tarde. Nos hinchamos a dulces, recuerdo que fue una de esas tardes madre/hija que tanto me gustaban. Viendo películas tontas y comiendo, tiradas en el sofá. Yo me acababa de meter el último trozo de chocolate en la boca y aún estaba masticándolo cuando mi madre soltó una frase que jamás se me olvidará. <<Lo malo es que ahora todo esto va a parar a las caderas, pero ¿¡a quién le importa?!>> y se levantó del sofá tan tranquila. Lo primero, y último, que me dio tiempo a pensar antes de que el estómago se me revolviera fue "a mi me importa". Después de eso tuve el tiempo exacto de recorrer el pasillo a trompicones hasta el baño, dejarme caer en el suelo y vomitar una pastosa sustancia de color marrón.
Después de eso, estuve una semana con una especie de virus estomacal, que me hacía vomitar incontables veces al día. Durante esos siete días todo cambió para mi. Tuve mucho tiempo para pensar. Me pasaba horas y horas tirada en la cama, mirando el techo porque el dolor no me dejaba dormir. Me acuerdo que un día después de recuperarme fui a la piscina con unas amigas. Yo siempre he llevado bañadores. Y debo recalcar que hasta hace poco más de dos años nunca había tenido ningún problema con la comida, simplemente, no me gustaban los biquinis. Los veía demasiado...poco sutiles. No sé como explicarme, siempre he creido que una chica guapa está aún más guapa con un bañador que con un biquini. Ya sabeis, el típico "insinuar pero no enseñar". Bueno, pues esa tarde en la piscina, cuando me estaba quitando la ropa, noté como mis dos amigas me miraban. Me giré incómoda y una de ellas me preguntó <<¿Por qué no te has comprado biquini este año?>> Estás más delgada, dijo mi otra amiga. La gripe, contesté, y no mentía. Pero fue un tema que no se me fue de la cabeza en unos días.


Esa misma semana, el domingo, fuimos a comer a casa de mis abuelos. Estaban allí mis tíos y mi abuela había echo más comida que de costumbre. Tortilla, filetes, había tarta y helados para el postre...Comi mucho ese día, y luego mi familia se fue a misa. Yo me quedé argumentando que me dolía un poco la cabeza. Recuerdo que estuve tumbada en el suelo del salón de mi abuela cerca de dos horas, sintiendo el frío en la espalda y mirando el techo, con la mirada perdida. Miré el reloj y vi que quedaba poco menos de quince minutos para que todo el mundo volviera, y con pasos mecánicos, casi de robot, me encaminé al baño, me incliné y, casi con timidez, me introduje dos dedos en la garganta. Tosi un montón y pensé que no estaba echo para mi y que había sido una mala idea. Pero insisti, volvi a meterme los dedos. Cerré los ojos conteniendo otro ataque de tos y vomité. Vomité y vomité hasta que no salió más que una especie de agüilla indicándome que tenía el estómago vacío.
Me meti el pelo detrás de las orejas y me sequé las lágrimas con el dorso de la mano. Me miré al espejo, y me invadió la culpabilidad. Me dije a mi misma que no estaba bien lo que acababa de hacer, y que no se iba a repetir. Pero se repitió, por supuesto.


Después de ese día, estuve un tiempo sin darle vueltas al tema. Pero recuero que llegó el momento de empezar el colegio y yo, por entonces, llevaba aún uniforme. Fui una tarde a comprarlo con la que era mi mejor amiga. Estábamos con sus padres y los mios sentados en la cafetería del Corte Inglés tomando unas tortitas y un batido antes de ir a probarnos todo. Recuerdo que me meti en el probador con ella y me dio corte quitarme la ropa. Mucho corte. Y me acuerdo perfectamente que ella llevaba unas tres tallas menos que yo. Mientras que a mi no me valían los pantalones del chandal de la talla 42, a ella los de la 38 le estaban grandes, enormes.
Sali del probador con unas ganas de llorar enormes. Dije que me estaba mareando y que iba a echarme agua y corri al baño. Ni siquiera comprobé si había alguien, me daba igual. Abri todos los grifos al máximo y vomité. Me quedé sentada en el suelo, apoyando la mejilla en el vater hasta que volvi a respirar con normalidad. Me eché agua en la cara, tomé aire unas cuantas veces y volvi con mis padres y los demás. Dije que estaba cansada y que ya me compraría el uniforme otro día.


Estos son unos de los cuantos sucesos que recuerdo que me marcaron para estar donde estoy ahora, con dieciseis años.
He tenido muuuuuuuuuuchas etapas. La mayoría del tiempo vivo en un estado de semi ayuno, intercalado con etapas de atracones sin remordimiento. Pero el sentimiento de culpabilidad siempre vuelve. Tarde o temprano acaba volviendo, hasta que me hace sentir fatal. Hace que sienta que me estoy fallando a mi misma. Y vuelvo a lo mismo.
Puedo decir que ahora mismo peso unos 71 kilos y me odio con todas mis fuerzas.
He tenido muchos blogs, pero mis padres siempre me acaban quitando el ordenador por un tiempo, porque dicen que me cambia el humor. Aunque siempre vuelvo.


Y aquí estoy, esta soy yo, y este va a ser mi diario, día a día. Con esto no quiero incitar a nadie, y si solo vas a comentar que estoy enferma, da la vuelta y vete por donde has venido.


Gracias por leerme.